¿Por qué Jesús comenzó su ministerio a los 30 años?


Dice el Evangelio de Lucas que Jesús “era como de 30 años” cuando comenzó su ministerio (Lucas 3:23). Debemos entonces preguntarnos, ¿por qué Jesús comenzó a los 30 años? ¿Por qué esperó hasta los 30 y no comenzó antes? Pues, la respuesta tiene que ver con las costumbres judías. Según la ley de Moisés, los sacerdotes no podían comenzar su ministerio sino hasta los 30 años de edad (Núm. 4: 2-3, 22-23, 29-30). La Biblia nos dice que Jesús es nuestro Sumo Sacerdote del nuevo pacto (Hebreos 3:1; 4:14; 6:20), por lo tanto, debía comenzar su ministerio sacerdotal a los 30 años, según lo estipulaba la ley judía. 

Sin embargo, también existe otro motivo para comenzar su ministerio a los 30. Y es que en el primer siglo, el periodo de madurez judía comenzaba a los 30 años (“Quarterly Review of the Methodist Episcopal Church”, John Early). De hecho, según Orígenes y Jerónimo, ningún judío tenía permitido leer el Cantar de los Cantares hasta que cumpliera los 30 años. Esto indicaba que los judíos consideraban los 30 años como la edad de madurez espiritual y moral (evangelmagazine.com). Por tanto, si Jesús hubiera comenzado su ministerio antes de los 30 años, sin duda, los "adultos" lo habrían considerado tan sólo como un “joven entusiasta”. 

En la tradición judía, además, el padre podría declarar públicamente que su hijo era el heredero de todo lo que tenía, o un hijo adoptivo en su lugar, cuando éste cumplía los 30 años (leaderu.com). El padre judío llevaba a su hijo a la plaza de la ciudad cuando alcanzaba la condición de hombre, y anunciaba que su hijo ahora tenía la autoridad para dirigir todos sus negocios; cualquier asunto relacionado con él debía ser tratado con su hijo. Entonces proclamaba a toda la ciudad: “Este es mi hijo amado, en quien me complazco plenamente” (“When Heaven invades Earth”, Bill Johnson). Esto es precisamente lo que vemos en el Nuevo Testamento. Jesús fue presentado públicamente en su bautismo cuando tenía como 30 años. Entonces, el Padre anunció al mundo: "Este es mi Hijo amado, en quien tengo complacencia" (Mateo 3:17), y le entregó “toda potestad” (Mateo 28:18). De esta manera, cualquier asunto que el hombre quiera tener con el Padre, primero debe hablar con su Hijo, pues “nadie viene al Padre, sino por Él” (Juan 14:6).